El corazón de Latinoamérica ; aún siendo
joven late apesadumbrado. El torrente de sus venas apenas alcanza a alimentar a
sus extremidades. Las hábiles manos de su desarrollo están entumecidas a la sombra del árbol de una pobreza, cada vez mas frondosa y fría . La mala sombra solo descansa en el
anochecer de los pueblos, para luego renacer con el amanecer de una solapada
esclavitud. El rostro empalidecido de Venezuela es apenas una muestra de la
grave enfermedad que está aniquilando nuestro porvenir. El contagio con un país
enfermo parece haber diseminado la sepa de subdesarrollo, aunque aún existen
glóbulos libertarios para defender nuestra condición de países pacíficos y
libres.
La guerra está siendo sembrada para
mantenernos en paz. La economías aún sanas , en apariencia , nos venden armas como
terrible cura para mantenernos
tranquilos. Claro, eso es parte de su propia salvación. Lo mas grave es que
quien nos contagió existe a expensas de nuestras otrora ajenas emergencias
mientras desangra nuestro futuro. El tricolor patrio, aún de siete estrellas
para los ciudadanos , pareciera anexarse como parásito a un órgano enfermo,
para canjear allí sus joyas por el
alimento que solíamos producir. Estamos donando sangre para que quien nos
enfermó se recupere, y nos haga el favor de atendernos para que sigamos vivos…Por
supuesto conectados a una manguera que apenas nos da oxígeno para respirar.
Claro está, que así puedan seguir
exprimiendo los resquicios de vida que aún nos quedan. Venezuela está casi
paralizada, y su extraña enfermedad le llamaban socialismo. Hoy para nuestra
esperanza, descubrimos que no son mas que sanguijuelas las que han debilitado
nuestro desarrollo y apenas nos permiten mantenernos en pie. Lo peor es que
muchos de nuestros países hermanos están siendo infestados.