“Pienso.
.luego existo”. Con esta máxima filosófica no pretendo ni mucho menos aspiro a
ser excluyente en mis convicciones. El amor y la fe son tan individuales como
el Yo mismo. Quizá compartamos algunos rasgos en su acontecer; pero en la intensidad
con que vivimos esos conceptos está la distancia que nos une o nos separa. Las
almas generalmente comulgan en la fe y
el amor, y sin embargo esa misma
comunión nos confronta. Creo en Dios y en la mística fuerza que mueve al universo
. Para los ateos ninguna de esas dos instancias existe, pero nunca han podido comprobar su afirmación. No los voy
a convencer de lo contrario, ya que al Ellos negar tales eventos están dudando un concepto que en realidad
certifican al negar. Si niego que existe el mal es porque tengo un concepto claro de lo que el mal es.
Creo
en el amor. Lo que por supuesto está concatenado con mi fe. En ambos casos
existe un lenguaje silente que apabulla con su esencia y llena los espacios con
su realidad. Basta con ver a dos enamorado conversando sin exhalar un verbo. En
una mirada o en tan solo un beso está su milagro. Usted amigo no me está viendo
pero está palpando mis sentimientos al entender lo que escribo. Claro habrá
quien arguya que compartimos el mismo
lenguaje y que por esa mera razón se entienden mis palabras. ¡ Exacto…! pero mas allá de los
sintagmas y los fonemas existe ese algo que entendemos con el alma mas que con
la razón: Usted entra en mi en la medida que Yo entro en usted. No existe la
oscuridad si no la ausencia de la luz.
Usted
no deja de existir porque usted no exista en mi realidad y sin embargo le estimo
porque presumo su existencia . Lo puedo certificar porque Usted ha leído esta palabra. Y palabra que Tanto Dios como el amor hacen milagros , o ¿No?. Amo, luego existo.
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