El
rosado crepuscular matizaba la desnudez de una arboleda. Los soldados inermes
frente al viento cobijan su esencia con la madurez de su piel. Silban los
presagios de una etérea esencia sobre los chaparrales secos. El silencio
ruboriza su semblante frente a los fantasmas del atardecer. Impoluto el cielo
semeja el lienzo donde se desborda la tonalidad del horizonte. Rosa, naranja y
lila, refulgen en la amalgama de ensueño. Un tímido lucero apena asoma los
trazos de una noche que está por horadar lontananzas .
Es
Carora, es Quibor.. es la cumbre de los árboles donde se aferran a la vida las
últimas huellas de una tarde inerte. Así la hoja entre mis manos se mantiene
lerda entre mis pensamientos. Vierto en su blanca tez el otoño de un verbo .
Ah,
mundo… Mi Lara…!
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