Después de
todo; soy un humano mas en este gran transporte que llamamos La tierra. Mi
simple condición de igual que el resto
de los pasajeros, no me resta en nada el derecho a viajar en paz, y sentirme
confortable. Sin embargo no es así. “los tripulantes” no saben siquiera hacia
donde vamos; aunque se atreven a decir que llegaremos. Los alimentos son
repartidos a gusto de algunos pasajeros , mientras los que viajamos en clase
económica solo accedemos a lo que van dejando los de “arriba”. Apenas logro
imaginar que están comiendo los que están en la siguiente cubierta; pero debe
ser horroroso pelear con las ratas por las migajas que restan. Ni pensar en los
que están en ayuno permanente en esta jornada. Lo mas grave es que allí hay una
enorme cantidad de niños que aún no han visto ni siquiera un amanecer. La noche
de los tiempos por la que transitamos es cada vez mas densa. En ella se podría untar
en el pan que tanto nos falta. Ahoga los
gritos de media humanidad.
El sereno
tránsito por la inmensidad universal nos hace pensar en una ruta segura que ya
hemos usado desde tiempos inmemoriales ; pero ni la tripulación conoce nuestro
destino. Una que otra sacudida nos alerta de las condiciones de la nave; pero
ni aún así, hay alguien que vaya en busca de las herramientas para hacer
mantenimiento. La tierra sigue su ruta, que puede ser la de las naves vecinas.
Sí. Esas que sabemos desiertas, que aunque distantes , nos muestran señales de
peligros ciertos, y casi ineludibles . A
veces he pensado que nuestra raza pudo haber llegado aquí en algún trasbordo
que se realizó desde alguna de ellas en una fatal emergencia. Nadie me ha
demostrado lo contrario, pero eso no me perturba el diario acontecer.
Sospechamos de otras barcas que también tienen sus propios pasajeros y sus
particulares angustias; pero eso tampoco lo solemos hablar.
Lo que
verdaderamente me preocupa a estas horas, es una hambruna general en nuestra sala. En
nuestra cubierta: La que llaman América.
Acá también
los encargados están repartiendo mal el bastimento, y peor aún , no se
preocupan por el reabastecimiento de los mismos. Ya he escuchado que en otra cubierta pasó lo
mismo por culpa de sus tripulantes, y aún algunos siguen al mando de pasajeros
desnutridos, mientras ellos se ufanan de su propia tranquilidad. África creo que la habrían llamado.
Pero
nuestra nave sigue en su acontecer. Nada parece importar si se agotan las
reservas de agua, ni algunas otras “menudencias “ por las que pagamos al
abordar este barco. El ticket de la vida incluía nuestra igualdad en derechos ,
pero esa parte del boleto queda en manos de la tripulación. Por cierto en nuestra sala hemos escogido a
nuevos tripulantes, pero un motín a bordo nos apura las desgracias. Ni a eso
parece que tenemos derecho. Les puedo decir que leí un letrero que dice
Venezuela, justo al entrar. Ya en sus baños los graffitis rumoran gritos de
guerra. También se dice que los escriben los tripulantes para seguir al mando.
Cosas de los marinos para distraer a los pasajeros de las seguras
contingencias.
Pasajero,
César F. Rivero R.
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