El sol
del trópico acaricia la piel por unos instantes ; mas luego se hace un verbo
tenaz al colmar el cenit. La copa del solsticio se derrama sobre el suelo
patrio embriagando de veranos la selva humana. Los arbustos sin voz se
resguardan a la sombra del silencio; mientras el inmenso pajonal se transforma
en quimeras que son cubiertas por las
hojas muertas del otoño ecuatorial. La sed redunda en los tallos , y se hace agobiante
adjetivo sobre este agreste paisaje. Los oleos no me alcanzan para difuminar las
agonías. Estoy a punto de abonar el lienzo con mis propias penurias; pero
saturaría el hastío.
Un yermo pensamiento abrasa la brisa donde El
Alma Llanera sorbía los matices de unas glorias que hoy parecieran ajenas a las
notas patrias. Los lauros se disipan en
lontananzas indignas de los sustantivos crepusculares. El alba , apenas conmina a la languidez de unos
rostros que desdicen su estirpe. La sed esculpe estoicamente en mi garganta el
amargo sorbo de una desidia , que en mala
hora está sustituyendo a la espuma, a las garzas y a las rosas que esparcían embelesos
sobre este lado del Arauca vibrador.
noviembre de 2016.
#SOSporVenezuela
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