CÓDIGO
DEL CÓDIGO.-
Estas
letras son de un carácter íntimo. Una cita que hemos convenido para conversar
silenciosamente  entre usted y Yo. Una
comunión de almas como usted podrá certificar el fin de este contenido. Una vez
que usted haya leído estas primeras líneas quizá descubra que ya no es  el mismo, y nunca mas lo será.  No pretendo, ni es la finalidad, invadir su
vida; aunque al haber entrado en usted, me va a palpar en su Yo.  Si. Cosa por demás difícil; pero jamás
imposible. De hecho, al abrir esta página, ya estoy ahí en su cerebro, en su pensamiento,
en su tiempo. En sus códigos.  Acabo de
franquear la puerta de sus neuronas y allí permaneceré hasta que su ADN me
execre  como innecesario. Es parte de una
simple evolución.
Aún;
 si usted decide no continuar leyendo es
imposible que vuelva a ser el mismo: Ya  hay demasiadas variables que se lo impedirán.
Suelte el libro, y decida no continuar esta conversación;  sin embargo lo invito a que reflexione, porque
ya estoy con usted.
Ya
pasó un minuto desde que cohabito en su ser, y con ello será fácil demostrar
que ya no somos los  mismos: Ni Yo en
usted, ni usted en mi.  Ese minúsculo
instante nos ha envejecido y nos ha transportado en las distancias ; Y  aunque la cronología no nos tomara en  cuenta, 
el tiempo transcurrido es irreversible e indetenible; al menos como lo
medimos en la tierra. Estamos circunscritos al afán de las horas que  imperceptiblemente cumplen su servicio
mientras  miden nuestra permanencia  en la vida. ¿Se dio usted cuenta que limito
el tiempo al lugar que ocupamos ?. Por supuesto nuestro pequeño lugar en el
universo no sirve como referencia en la totalidad que este ocupa. Le pregunto:
¿qué hora es  en el lugar  que usted está?. A menos que esté a mi lado,
quizá coincidiremos en el reloj, pero nunca en su circunstancia. Y ya eso es
bastante decir. ¿Me capta la intención?.
Preguntarle
si entendió, me parecería  un irrespeto
porque usted ya está leyendo. Lo que ya me dice que compartimos al menos  la dicha de un código común: Un lenguaje; pero
insisto, no coincidiremos en el tiempo. ¿Y por qué algo tan impalpable como el
tiempo , nos oprime, y nos aferra a su acontecer? Vaya usted a saber. Es una
simple invención humana.. Una de las tantas verdades que nos hemos creado para
subsistir. Pero regresemos un instante  al universo de donde venimos,  y constataremos que allí no hay ese día y la
noche que limita  nuestra existencia
terrenal. Sabemos que el sol no es el centro del universo; que es apenas una pequeña
vela en ese inmenso vecindario que llamamos universo. ¿ A cuántas otras dudas  estamos subyugados? Vamos por buen camino.
Estamos dudando.
  ¿Al liberarse de los minutos, aunque sea unos
segundos ,(contradictorio, ¿No?), no se siente un tanto  libre?. Quizá la invención de el bombillo
prolongó la acción de  el  día, pero no sus horas. En los inicios la
oscuridad nocturna nos obligaba a acatar el sueño ante la imposibilidad de
continuar una labor sin luz. Quizá el fuego entonces fue el predecesor de el
estrés actual.
Mientras
usted y yo conversamos un tercio de la humanidad está durmiendo. La diferencia
entre los lugares en que estamos no solo nos separa en distancias, sino que
repercute en el tiempo que pretendemos medir con marcada certeza. Estoy desayunando
ahora que usted va a cenar. Hace ocho horas que mi horóscopo dictaminará lo que
ya pasó para mí en el zodiaco  al otro
lado del mundo, y sin embargo ese ayer es hoy en nuestro acontecer. Pero, ¿qué
medimos en realidad como tiempo? .La respuesta resulta paradójica pues no es
mas que un tiempo que al transcurrir nos mide  como si inertes permaneciéramos ; y sin
embargo la totalidad se  está moviendo
para que ello acontezca. Nuestra inercia la determina el tiempo en que las demás
cosa están en movimiento; aún cuando nosotros mismos nos movamos . ¿ Extraño?:
¿no?. Tiempo y movimiento van tomados de la mano para converger  en las distancias que se alcanzan. Pero aún;  estando inertes el tiempo nos mide. De hecho
se estableció que el valor de la distancia es igual al tiempo en que la
recorremos y lo determine  la velocidad.
Una incoherencia si vemos que la relatividad nos castiga cuando  medimos las distancias palmo a palmo, porque
no estamos midiendo la velocidad, sino el instante que trascurre mientras
medimos, y el número de unidades medición  alcanzadas. Usted está inmóvil,
presumiblemente, pero el tiempo dice que no lo está. ¿ Me explico?. Nosotros no
tenemos al tiempo sino que pareciera que estamos determinados por  el.  Vaya
pensando que somos usted y Yo en un inexistente tiempo en un universo que es
casi  intangible, pues de paso lo hemos
presumido como infinito. Cosa que yo considero  dudable si pensamos al universo como una
unidad, que aunque amorfa ocupa un lugar. Pero claro , es infinito porque
nuestro tiempo allí no existe, al  menos
como lo concebimos  nosotros, y claro porque
nuestra limitaciones  nos impiden  alcanzar sus recónditas fronteras. Allí donde
una nada , que ha de suponerse vacía, gobierna el todo, y  en la cual existe el ancestral universo. La
nada conteniendo un todo: ¿Extraño no? Pero ha de existir un espacio, un lugar,
para ser ocupado por ese inmenso algo. Un sutil paralogismo me  lleva a deducir que hay un vacío que rige la
existencia de todo. El tiempo es solo un 
refugio donde se fraguamos la mayoría de nuestros miedos. Paradójicamente
son esos miedos  los que continuamente
nos acechan: “Nada es imposible hasta que se demuestra lo contrario”, es decir
que usted y Yo podemos afrontar los 
miedos que aún siendo demostrables 
seguimos temiendo: Aún cuando esas realidades  son nuestra propia invención.. Por ello me
permito aseverar lo que pienso. La nada es  a lo que mas tememos. Las coordenadas del
tiempo, son elementalmente humanas y  solo sirven para delimitar el inicio y final
de un acontecimiento no a la vida misma. Ella de por sí tiene su propio código
para determinar su  duración. NO
dependemos  de el tiempo para existir;
sino de nuestro Yo interno, y este es solo perturbable por lo que nos rodea.
  Nuestro ADN lleva implícita la eventual duración
de nuestra existencia, y salvo lo fortuito, generalmente exterior, nos extingue
al acabarse su energía intrínseca. Sin embargo; damos por hecho que toda
energía no termina, sino que se transforma. .Somos herederos de esa fatalidad
al ser concebidos ; pero también de nuestra felicidad. Y reitero, solo lo
exterior amenaza nuestra existencia e impide que nuestro ADN realice su labor
de hacernos felices.  Por cierto, Yo
afirmo que por esa “simple” razón no somos iguales, y que mi felicidad no puede
ser lo mismo que la suya: Yo disfruto la luz de sol; a usted seguro le molesta.
 Nuestro código interno actual nos aleja
del que dio origen a nuestros ancestros. Nuestros hijos comparten parte de nuestra
información genética pero poseen la suya en particular para traspasarla a sus
descendientes; que por supuesto también serán individuales. Eso es tan sencillo
de demostrar que basta con solo revisar nuestras huellas dactilares o nuestros
rasgos oculares, para confirmarlo. ¿Ya captó por qué permaneceré con usted un
tiempo, y si esto le es útil a su ADN , posiblemente le puede llegar a sus
descendientes? A una comunión de almas creo que le cité al inicio. Lo autorizo
a que deje de leer; e irremediablemente ya usted no es la misma persona  que  cuando empezó esta lectura. De hecho le
sorprenderá que Yo diga que le autorizo. Pero es que soy parte de ese exterior
que usualmente nos desequilibra, y que quizá le apetezca a su ADN. 
Ahora
bien. ¿ A usted le gustaría enfermarse en este instante?. Seguramente su
respuesta es no. Salvo que en su ADN esté codificado su gusto por las
afecciones, o el ambiente que le circunscribe  le haya apabullado hasta convertirlo en
hipocondriaco, y apenas escucha la palabra enfermedad su Yo condicionado le
obsequia el malestar requerido. La pregunta se la hago por el simple hecho que
las enfermedades así ,como el YO intrínseco, son hereditarias, si han sido
apetecibles a su código ancestral; pero también son hereditarios los estados
felices que usted VIVE en su
existencia: no los que usted desea; sino los que disfruta como realidad. Por
ello resalto la palabra vive, ya que esa huella queda estampada en su código
genético, y de ser útil, permanecerá en descendencia.
Claro…!
Usted querrá elevar su victorioso trofeo al contradecirme en lo de las
enfermedades, porque las hay contagiosas. Le recuerdo que su código genético le
abrió las puertas al contagio. Sino; 
como se explica la existencia de bebés que no se resfrían por las corrientes
heladas de Siberia. Sencillo, nacieron adaptados a el entorno que han vivido sus antecesores. Simple y
llanamente evolucionados. Entonces .¿Por qué no evolucionar hacia estados
felices y sanos? El exterior nos fragua con sus desventuras, y nosotros mismos
hemos dañado ese exterior con nuestras apetencias colectivas, y algunas muy
particulares. ¿Conoce usted a alguna persona: poeta, pintor o escritor que
llora por algo sublime en el entorno, y eso tan sublime a usted no le causa la
misma sensación? La respuesta es que no somos iguales; pero nos hemos empeñado
en que nuestros niños lo sean. Así, cuando usted nació quizá tuvo esa
experiencia, pero le fue truncada, mas aún la pudiera llevar consigo; pero el
exterior le dice que no la exprese. No se extrañe si sus descendientes no
disfruten esos placeres naturales de la vida.
(Esta
obra está en construcción mientras el ADN me lo permita)
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