martes, 27 de agosto de 2013

CÓDIGO DEL CÓDIGO (obra en construcción)

CÓDIGO DEL CÓDIGO.-
Estas letras son de un carácter íntimo. Una cita que hemos convenido para conversar silenciosamente  entre usted y Yo. Una comunión de almas como usted podrá certificar el fin de este contenido. Una vez que usted haya leído estas primeras líneas quizá descubra que ya no es  el mismo, y nunca mas lo será.  No pretendo, ni es la finalidad, invadir su vida; aunque al haber entrado en usted, me va a palpar en su Yo.  Si. Cosa por demás difícil; pero jamás imposible. De hecho, al abrir esta página, ya estoy ahí en su cerebro, en su pensamiento, en su tiempo. En sus códigos.  Acabo de franquear la puerta de sus neuronas y allí permaneceré hasta que su ADN me execre  como innecesario. Es parte de una simple evolución.
Aún;  si usted decide no continuar leyendo es imposible que vuelva a ser el mismo: Ya  hay demasiadas variables que se lo impedirán. Suelte el libro, y decida no continuar esta conversación;  sin embargo lo invito a que reflexione, porque ya estoy con usted.
Ya pasó un minuto desde que cohabito en su ser, y con ello será fácil demostrar que ya no somos los  mismos: Ni Yo en usted, ni usted en mi.  Ese minúsculo instante nos ha envejecido y nos ha transportado en las distancias ; Y  aunque la cronología no nos tomara en  cuenta,  el tiempo transcurrido es irreversible e indetenible; al menos como lo medimos en la tierra. Estamos circunscritos al afán de las horas que  imperceptiblemente cumplen su servicio mientras  miden nuestra permanencia  en la vida. ¿Se dio usted cuenta que limito el tiempo al lugar que ocupamos ?. Por supuesto nuestro pequeño lugar en el universo no sirve como referencia en la totalidad que este ocupa. Le pregunto: ¿qué hora es  en el lugar  que usted está?. A menos que esté a mi lado, quizá coincidiremos en el reloj, pero nunca en su circunstancia. Y ya eso es bastante decir. ¿Me capta la intención?.
Preguntarle si entendió, me parecería  un irrespeto porque usted ya está leyendo. Lo que ya me dice que compartimos al menos  la dicha de un código común: Un lenguaje; pero insisto, no coincidiremos en el tiempo. ¿Y por qué algo tan impalpable como el tiempo , nos oprime, y nos aferra a su acontecer? Vaya usted a saber. Es una simple invención humana.. Una de las tantas verdades que nos hemos creado para subsistir. Pero regresemos un instante  al universo de donde venimos,  y constataremos que allí no hay ese día y la noche que limita  nuestra existencia terrenal. Sabemos que el sol no es el centro del universo; que es apenas una pequeña vela en ese inmenso vecindario que llamamos universo. ¿ A cuántas otras dudas  estamos subyugados? Vamos por buen camino. Estamos dudando.
  ¿Al liberarse de los minutos, aunque sea unos segundos ,(contradictorio, ¿No?), no se siente un tanto  libre?. Quizá la invención de el bombillo prolongó la acción de  el  día, pero no sus horas. En los inicios la oscuridad nocturna nos obligaba a acatar el sueño ante la imposibilidad de continuar una labor sin luz. Quizá el fuego entonces fue el predecesor de el estrés actual.
Mientras usted y yo conversamos un tercio de la humanidad está durmiendo. La diferencia entre los lugares en que estamos no solo nos separa en distancias, sino que repercute en el tiempo que pretendemos medir con marcada certeza. Estoy desayunando ahora que usted va a cenar. Hace ocho horas que mi horóscopo dictaminará lo que ya pasó para mí en el zodiaco  al otro lado del mundo, y sin embargo ese ayer es hoy en nuestro acontecer. Pero, ¿qué medimos en realidad como tiempo? .La respuesta resulta paradójica pues no es mas que un tiempo que al transcurrir nos mide  como si inertes permaneciéramos ; y sin embargo la totalidad se  está moviendo para que ello acontezca. Nuestra inercia la determina el tiempo en que las demás cosa están en movimiento; aún cuando nosotros mismos nos movamos . ¿ Extraño?: ¿no?. Tiempo y movimiento van tomados de la mano para converger  en las distancias que se alcanzan. Pero aún;  estando inertes el tiempo nos mide. De hecho se estableció que el valor de la distancia es igual al tiempo en que la recorremos y lo determine  la velocidad. Una incoherencia si vemos que la relatividad nos castiga cuando  medimos las distancias palmo a palmo, porque no estamos midiendo la velocidad, sino el instante que trascurre mientras medimos, y el número de unidades medición  alcanzadas. Usted está inmóvil, presumiblemente, pero el tiempo dice que no lo está. ¿ Me explico?. Nosotros no tenemos al tiempo sino que pareciera que estamos determinados por  el.  Vaya pensando que somos usted y Yo en un inexistente tiempo en un universo que es casi  intangible, pues de paso lo hemos presumido como infinito. Cosa que yo considero  dudable si pensamos al universo como una unidad, que aunque amorfa ocupa un lugar. Pero claro , es infinito porque nuestro tiempo allí no existe, al  menos como lo concebimos  nosotros, y claro porque nuestra limitaciones  nos impiden  alcanzar sus recónditas fronteras. Allí donde una nada , que ha de suponerse vacía, gobierna el todo, y  en la cual existe el ancestral universo. La nada conteniendo un todo: ¿Extraño no? Pero ha de existir un espacio, un lugar, para ser ocupado por ese inmenso algo. Un sutil paralogismo me  lleva a deducir que hay un vacío que rige la existencia de todo. El tiempo es solo un  refugio donde se fraguamos la mayoría de nuestros miedos. Paradójicamente son esos miedos  los que continuamente nos acechan: “Nada es imposible hasta que se demuestra lo contrario”, es decir que usted y Yo podemos afrontar los  miedos que aún siendo demostrables  seguimos temiendo: Aún cuando esas realidades  son nuestra propia invención.. Por ello me permito aseverar lo que pienso. La nada es  a lo que mas tememos. Las coordenadas del tiempo, son elementalmente humanas y  solo sirven para delimitar el inicio y final de un acontecimiento no a la vida misma. Ella de por sí tiene su propio código para determinar su  duración. NO dependemos  de el tiempo para existir; sino de nuestro Yo interno, y este es solo perturbable por lo que nos rodea.
  Nuestro ADN lleva implícita la eventual duración de nuestra existencia, y salvo lo fortuito, generalmente exterior, nos extingue al acabarse su energía intrínseca. Sin embargo; damos por hecho que toda energía no termina, sino que se transforma. .Somos herederos de esa fatalidad al ser concebidos ; pero también de nuestra felicidad. Y reitero, solo lo exterior amenaza nuestra existencia e impide que nuestro ADN realice su labor de hacernos felices.  Por cierto, Yo afirmo que por esa “simple” razón no somos iguales, y que mi felicidad no puede ser lo mismo que la suya: Yo disfruto la luz de sol; a usted seguro le molesta.  Nuestro código interno actual nos aleja del que dio origen a nuestros ancestros. Nuestros hijos comparten parte de nuestra información genética pero poseen la suya en particular para traspasarla a sus descendientes; que por supuesto también serán individuales. Eso es tan sencillo de demostrar que basta con solo revisar nuestras huellas dactilares o nuestros rasgos oculares, para confirmarlo. ¿Ya captó por qué permaneceré con usted un tiempo, y si esto le es útil a su ADN , posiblemente le puede llegar a sus descendientes? A una comunión de almas creo que le cité al inicio. Lo autorizo a que deje de leer; e irremediablemente ya usted no es la misma persona  que  cuando empezó esta lectura. De hecho le sorprenderá que Yo diga que le autorizo. Pero es que soy parte de ese exterior que usualmente nos desequilibra, y que quizá le apetezca a su ADN.
Ahora bien. ¿ A usted le gustaría enfermarse en este instante?. Seguramente su respuesta es no. Salvo que en su ADN esté codificado su gusto por las afecciones, o el ambiente que le circunscribe  le haya apabullado hasta convertirlo en hipocondriaco, y apenas escucha la palabra enfermedad su Yo condicionado le obsequia el malestar requerido. La pregunta se la hago por el simple hecho que las enfermedades así ,como el YO intrínseco, son hereditarias, si han sido apetecibles a su código ancestral; pero también son hereditarios los estados felices que usted VIVE en su existencia: no los que usted desea; sino los que disfruta como realidad. Por ello resalto la palabra vive, ya que esa huella queda estampada en su código genético, y de ser útil, permanecerá en descendencia.
Claro…! Usted querrá elevar su victorioso trofeo al contradecirme en lo de las enfermedades, porque las hay contagiosas. Le recuerdo que su código genético le abrió las puertas al contagio. Sino;  como se explica la existencia de bebés que no se resfrían por las corrientes heladas de Siberia. Sencillo, nacieron adaptados a el entorno que han vivido sus antecesores. Simple y llanamente evolucionados. Entonces .¿Por qué no evolucionar hacia estados felices y sanos? El exterior nos fragua con sus desventuras, y nosotros mismos hemos dañado ese exterior con nuestras apetencias colectivas, y algunas muy particulares. ¿Conoce usted a alguna persona: poeta, pintor o escritor que llora por algo sublime en el entorno, y eso tan sublime a usted no le causa la misma sensación? La respuesta es que no somos iguales; pero nos hemos empeñado en que nuestros niños lo sean. Así, cuando usted nació quizá tuvo esa experiencia, pero le fue truncada, mas aún la pudiera llevar consigo; pero el exterior le dice que no la exprese. No se extrañe si sus descendientes no disfruten esos placeres naturales de la vida.

(Esta obra está en construcción mientras el ADN me lo permita)

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