Yo soy uno de los tantos venezolanos que tuvo
que huir de Venezuela. Sí . Suena muy simple para los que no echan de menos mi
ausencia; al fin y al cabo, yo soy una brizna en la inmensidad de un océano que
se endulza de Caribe para besar estas preciosas tierras. Mi amada Venezuela
jamás será lejana para quienes acariciamos con denuedo sus aromas y su piel.
Hoy yo
estoy en tantas partes del mundo que me siento disuelto en un mar de esperanzas
que han sido vertidas por los ojos de mis muchachos. Como a bien lo afirmara Nuestro
ilustre poeta, Andrés Eloy Blanco, en su verbo: Los hijos infinitos. “ Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle
entera,…” Me hice padre de todos los hijos del mundo.
Hoy
yo tengo la certeza que parte de mi vida está allí afuera. Las otrora riberas
de mi Arauca vibrador , son ahora mismo la frontera entre América del Sur, y un
territorio que se ha hecho inadmisible para miles de jóvenes en los que viajan
mis pensamientos. Sí. Mis hijos se han diseminado en patrias hermanas; pero no
en mi Venezuela. Esas semillas benditas están germinando fuera de nuestro país. Y no es que los granos que nos quedan sean
menos benditos; si no que en su totalidad se suma el perfume de una juventud
que se nos disipa de nuestro formidable tricolor.
En el
aula de mi corazón aún retozan esas parvadas. Hoy me siento mas ausente de mi país cuando
titilan esas almas bajo la plenitud de
tantos cielos lejanos.
Para Yusviely
y Daivi
Venezuela,17 de diciembre de 2017
#SOSporVenezuela
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